En la derecha española actual han pervivido ciertas formas de determinismo genético que sirven, como en otras épocas, para justificar o legitimar las diferencias sociales o económicas en supuestas bases naturales.
En el siguiente artículo, de un joven Mariano Rajoy, se hace una alabanza a la desigualdad y una crítica a las posiciones políticas que reclaman una mayor igualdad económica y social. Rajoy parecía considerar que al intentar igualar lo que nace desigual, se evita el progreso y ascenso de los más preparados:
"La desigualdad natural del hombre viene escrita en el código genético, en donde se halla la raíz de todas las desigualdades humanas: en el que se nos ha transmitido todas nuestras condiciones: desde las físicas: salud, color de los ojos, pelo, corpulencia, hasta las llamadas psíquicas como la inteligencia, la predisposición para el arte, el estudio o los negocios".Se reproduce en la anterior línea ese "racismo de la inteligencia" que tan bien denunciaba el sociólogo francés P. Bourdieu: "(...) Creo que simple y sencillamente hay que rechazar el problema de los fundamentos biológicos o sociales de la "inteligencia", en el que se han dejado encerrar los psicólogos. Más que tratar de responder a la pregunta de manera científica, hay que tratar de hacer la ciencia de la pregunta misma; hay que tratar de analizar las condiciones de aparición de este tipo de interrogación y del racismo de clase que introduce. Es la forma extrema de los discursos que utilizan ciertas asociaciones de exalumnos de grandes escuelas, que son palabras de jefes que se sienten fundados en la "inteligencia" y que dominan una sociedad fundada en la discriminación basada en la "inteligencia", es decir, fundada en lo que mide el sistema escolar con el nombre de inteligencia. La inteligencia es lo que miden los tests, lo que mide el sistema escolar".
En esos años 80, la década de Thatcher y Reagan, se propagaba la ideología conservadora de la Nueva Derecha, como reacción a los movimientos sociales de las décadas anteriores contra la explotación laboral, el racismo, el patriarcado o el autoritarismo educacional. Con el apoyo científico del determinismo biológico, esta Nueva Derecha se proponía desautorizar las demandas políticas y sociales de estos nuevos movimientos sociales. Si esas desigualdades eran determinadas biológicamente, entonces eran inevitables e inmutables, y el intento de remediarlas por medios sociales era "ir contra la naturaleza" (Lewontin, Rose y Kamin, No está en los genes, 1987) . La causa de las desigualdades no estaba, según el determinismo biológico, en la estructura de la sociedad capitalista, sino en la naturaleza de los individuos, en sus habilidades y méritos intrínsecos (codificados, en gran parte, en sus genes), lo que conducía necesariamente a sociedades jerarquizadas en status, riqueza y poder.
Mariano Rajoy Brey (diputado de AP en el Parlamento gallego), Faro de Vigo, 4 marzo 1983, página 2. |
Puedes leer el artículo íntegro a continuación:
Igualdad humana y modelos de sociedad, por Mariano Rajoy (El Faro de Vigo, 4 marzo 1983)
Uno de los tópicos más en boga en el momento actual en que el modelo socialista ha sido votado mayoritariamente en nuestra patria es el que predica la igualdad humana. En nombre de la igualdad humana se aprueban cualesquiera normas y sobre las más diversas materias: incompatibilidades, fijación de horarios rígidos, impuestos –cada vez mayores y más progresivos- igualdad de retribuciones…En ellas no se atiende a criterios de eficacia, responsabilidad, capacidad, conocimientos, méritos, iniciativa o habilidad: sólo importa la igualdad. La igualdad humana es el salvoconducto que todo lo permite hacer; es el fin al que se subordinan todos los medios.
Recientemente, Luis Moure Mariño ha publicado un excelente libro sobre la igualdad humana que paradójicamente lleva por título “La desigualdad humana”. Y tal vez por ser un libro “desigual” y no sumarse al coro general, no ha tenido en lo que ahora llaman “medios intelectuales” el eco que merece. Creo que estamos ante uno de los libros más importantes que se han escrito en España en los últimos años. Constituye una prueba irrefutable de la falsedad de la afirmación de que todos los hombres son iguales, de las doctrinas basadas en la misma y por ende de las normas que son consecuencia de ellas.
Ya en épocas remotas –existen en este sentido textos del siglo VI antes de Jesucristo- se afirmaba como verdad indiscutible, que la estirpe determina al hombre, tanto en lo físico como en lo psíquico. Y estos conocimientos que el hombre tenía intuitivamente –era un hecho objetivo que los hijos de “buena estirpe”, superaban a los demás- han sido confirmados más adelante por la ciencia: desde que Mendel formulara sus famosas “Leyes” nadie pone ya en tela de juicio que el hombre es esencialmente desigual, no sólo desde el momento del nacimiento sino desde el propio de la fecundación. Cuando en la fecundación se funde el espermatozoide masculino y el óvulo femenino, cada uno de ellos aporta al huevo fecundado –punto de arranque de un nuevo ser humano- sus veinticuatro cromosomas que posteriormente, cuando se producen las biparticiones celulares, se dividen en forma matemática de suerte que las células hijas reciben exactamente los mismos cromosomas que tenía la madre: por cada par de cromosomas contenido en las células del cuerpo, uno solo pasará a la célula generatriz, el paterno o el materno, de ahí el mayor o menor parecido del hijo al padre o a la madre. El hombre, después, en cierta manera nace predestinado para lo que habrá de ser. La desigualdad natural del hombre viene escrita en el código genético, en donde se halla la raíz de todas las desigualdades humanas: en él se nos han transmitido todas nuestras condiciones, desde las físicas: salud, color de los ojos, pelo, corpulencia…hasta las llamadas psíquicas, como la inteligencia, predisposición para el arte, el estudio o los negocios. Y buena prueba de esa desigualdad originaria es que salvo el supuesto excepcional de los gemelos univitelinos, nunca ha habido dos personas iguales, ni siquiera dos seres que tuviesen la misma figura o la misma voz.
Esta búsqueda de la desigualdad, tiene múltiples manifestaciones: en la afirmación de la propia personalidad, en la forma de vestir, en el ansia de ganar –es ciertamente revelador en este sentido la referencia que Moure Mariño al afán del hombre por vencer en una Olimpiada, por batir marcas, récords…-, en la lucha por el poder, en la disputa por la obtención de premios, honores, condecoraciones, títulos nobiliarios desprovistos de cualquier contrapartida económica…Todo ello constituye demostración matemática de que el hombre no se conforma con su realidad, de que aspira a más, de que busca un mayor bienestar y además un mejor bien ser, de que, en definitiva, lucha por desigualarse.
Por eso, todos los modelos, desde el comunismo radical hasta el socialismo atenuado, que predican la igualdad de riquezas –porque como con tanta razón apunta Moure Mariño, la de inteligencia, carácter o la física no se pueden “Decretar” y establecen para ello normas como las más arriba citadas, cuya filosofía última, aunque se les quiera dar otro revestimento, es la de la imposición de la igualdad, son radicalmente contrarios a la esencia misma del hombre, a su ser peculiar, a su afán de superación y progreso y por ello, aunque se llamen asimismos “modelos progresistas” constituyen un claro atentado al progreso, porque contrarían y suprimen el natural instinto del hombre a desigualarse, que es el que ha enriquecido al mundo y elevado el nivel de vida de los pueblos, que la imposición de esa igualdad relajaría a cotas mínimas al privar a los más hábiles, a los más capaces, a los más emprendedores…de esa iniciativa más provechosa para todos que la igualdad en la miseria, que es la única que hasta la fecha de hoy han logrado imponer.
Cuestiones:
- ¿Justifican las desigualdades naturales las desigualdades sociales, como parece indicar el texto? ¿Están realmente determinadas por el código genético las desigualdades "llamadas psíquicas, como la inteligencia, predisposición para el arte, para el estudio o los negocios"?
- ¿La lucha por la igualdad de derechos evita, como señala el autor, el progreso y el "afán de superación"? ¿O no ha estado el progreso social, más bien, ligado a la efectiva igualdad de derechos sociales y económicos entre los ciudadanos, independientemente de su origen o condición?
- ¿Quién o cómo se determina a "los más hábiles, los más capaces, los más emprendedores"? ¿Respecto a qué criterios?
- ¿Las propuestas "progresistas" proponen "igualar en la miseria"? ¿O asegurar unos recursos mínimos y dignos para todos?
- ¿Existe ese "instinto natural del hombre a desigualarse"? ¿O más bien la tendencia "natural" a la colaboración, el apoyo mutuo y la solidaridad?