"El 27 de abril del 2007, durante una operación policial en la ciudad de Heilbronn (Alemania), una agente de 22 años, Michele Kiesewetter, fue asesinada en su coche. La única pista se encontró en el asiento trasero: un ADN que también aparecía en la base de datos de la policía como presente en una gran diversidad de hechos criminales desde 1993. Pertenecía a una mujer desconocida llamada desde entonces el fantasma de Heilbronn. Lo chocante del caso era la enorme diversidad de delitos (asesinatos, robos, agresiones), lugares (los más variados contextos en Francia, Austria y Alemania), tipos de delincuentes involucrados (bandas, gánsteres, terroristas europeos e islámicos, simples rateros) cuyo único elemento común era el ADN del fantasma. ¿Qué clase de psicópata podía tener tan compleja locura, talento criminal y omnipresencia? La comprensión de esta serie de crímenes contenía, por puro método científico, la participación del fantasma. ¡Incomprensible comprensión! La policía estaba desconcertada, porque era el primer asesino en serie de la historia que no exhibía un mínimo patrón en su comportamiento.Un científico asesor de la policía resolvió finalmente el misterio. No se trataba de prescindir del método científico sino de insistir en él. La idea no consistía en cambiar de respuesta sino de pregunta. En vez de preguntar lo que tenían en común los casos observados se pasó a preguntar lo que tenían en común todos ellos y sus respectivos materiales de observación. Los investigadores usaban unos bastoncillos con algodón en la punta para tomar muestras de ADN (como los que se usan para los oídos). En todos los casos en que se había detectado la presencia del fantasma, y solo en ellos, se habían utilizado bastoncillos de una misma empresa. Un análisis demostró que llevaban el famoso ADN de fábrica. El misterioso fantasma de Heilbronn resultó ser una inocente empaquetadora de Greiner Bio One que no se ponía los guantes para trabajar. De hecho, la empresa garantizaba esterilidad microbiológica pero no pureza respecto del ADN".
Jorge Wagensberg, El Fantasma de Heilbronn.
"Hace unos días la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (Fecyt) publicaba los resultados de una encuesta oficial sobre la cultura científica de los españoles. La prensa diaria los recogía y comentaba con un lamento similar a este: un 25% de los españoles creen que el Sol gira alrededor de la Tierra. Me arriesgo a deducir cuál era la pregunta a partir de las respuestas: ¿cree que el Sol gira alrededor de la Tierra o es al revés? Digamos para empezar que no se trata de una buena pregunta.
En efecto, si la pregunta no especifica el sistema de referencia respecto del cual se describen las trayectorias de los cuerpos, entonces decir que el Sol gira alrededor de la Tierra resulta, como mínimo, una de las respuestas correctas. Nosotros, habitantes de un sistema de referencia solidario a nuestro planeta, vemos salir el Sol por el este, viajar por la bóveda celeste y desaparecer finalmente por el oeste. Un observador que se encuentre plantado en la terraza de su casa puede considerarse a sí mismo como un observador inmóvil que ve girar el Sol a su alrededor (preguntemos a los girasoles por qué se llaman así).
Señores encuestadores: todo observador terrestre tiene perfectísimo derecho a decir que el Sol gira a su alrededor sin que merezca por ello ser acusado de analfabeto científico. ¡Faltaría más! Y no solo eso, nadie puede reprochar a los encuestados su elección de la referencia terrestre si la pregunta no especifica ninguna otra.
En resumen, si el observador está en la Tierra el Sol gira alrededor de la Tierra. Si el observador está en el Sol, entonces es la Tierra la que gira alrededor del Sol. Y si el observador se encuentra en algún punto fijo del cosmos (por ejemplo, en una estrella muy lejana, como al parecer deseaban los encuestadores que asumieran espontáneamente los encuestados) y si además la Tierra y el Sol estuvieran solos en el universo, entonces el Sol y la Tierra girarían en torno a su centro de masas, que, debido a la tremenda masa del Sol, se ubicaría muy cerca del centro del propio Sol".
Jorge Wagensberg, Buena respuesta a una mala pregunta.
"El mérito de una buena respuesta no está siempre en ajustarse a una pregunta sino en la noble facultad de reconducir o refrescar un gran debate, casi siempre por el procedimiento de rechazar una pregunta y plantear otra. Una pregunta se puede rechazar por ejemplo cuando es una falsa pregunta, es decir, cuando la pregunta contiene, ya en su formulación, contradicciones internas o externas".
(...) Los físicos Michelson y Morley se pasaron media vida intentando demostrar experimentalmente la existencia del éter, un fluido hipotético cuya existencia requería la física de la época. ¿Cómo, si no, explicar que las ondas electromagnéticas de la luz del Sol alcancen la Tierra si entre el Sol y la Tierra no hay más que espacio vacío? La pregunta es falsa porque contiene una hipótesis falsa: nada menos que la física de la época. En su célebre artículo de 1905 Albert Einstein apenas dedica una frase al éter. Las nuevas ideas eliminan la antigua pregunta y revolucionan la física. Decididamente: cambiar de respuesta es evolución, cambiar de pregunta es revolución.
Jorge Wagensberg, El derecho de toda respuesta a cambiar de pregunta.
"Podemos dividir las preguntas sobre la comprensión de la realidad en dos grandes familias: las preguntas con respuesta imaginable y el resto de preguntas. Las preguntas que se hace la ciencia son de la primera familia.
Más aún, cuando un científico consigue formular una pregunta correctamente es porque tal pregunta ya está dedicada a una presunta respuesta, es decir, la trae bajo el brazo. De hecho, las únicas preguntas claras son las que ya tienen respuesta. En cambio, la pregunta sin respuesta imaginable no suele ser aún una pregunta definitiva sino, en todo caso, una aproximación de pregunta. A este grupo de inquietantes preguntas pertenecen, entre otras, las que bien podrían llamarse falsas preguntas. ¿Qué es una falsa pregunta? No es tan difícil de identificar. Una falsa pregunta es una pregunta que no tiene respuesta imaginable, pero que no la tiene por una razón: porque la pregunta contiene ya, en sí misma, alguna clase de contradicción. A los físicos nos abordan por la calle con preguntas como ésta: «¿Cómo era el universo antes del big bang, eh?».
(...) Una pregunta no se consigue solo cerrando una frase cualquiera con un signo de interrogación. En este caso, no hay pregunta porque la frase está contaminada por una contradicción. Si se menciona el big bang es que estamos dentro de la teoría cosmológica según la cual la realidad tiene un principio que, además, es también el principio del tiempo. El tiempo nace con el big bang, por lo que la partícula lingüística antes se usa ilegítimamente en la pregunta, no tiene el menor sentido. No se puede nombrar nada anterior a la creación del tiempo. O sea, no es que la pregunta carezca de respuesta, ocurre que no hay respuesta por la sencilla razón de que tampoco hay pregunta".
Jorge Wagensber, Sin respuesta por falta de pregunta.
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