“Nadie es una isla”
John Donne.
“Mi padre, un campesino, llegaba de la fábrica y en aquel pisito parecía un King Kong derrotado”
José Sacristán.
La precarización, unida a una intensificación en la explotación laboral tras la crisis, ha generado un creciente malestar físico y psíquico entre muchos trabajadores y trabajadoras. Un sufrimiento que el trabajador globalizado vive con frecuencia en soledad, sin respuestas solidarias por parte de sus compañeros o movilizaciones sociales colectivas. Las causas citadas con mayor frecuencia son la reorganización, la inseguridad del empleo, la sobrecarga de trabajo o el acoso. El sufrimiento físico que antes estaba relacionado con la producción en cadena se ha unido a un sufrimiento moral, más íntimo. El problema ha alcanzado tal importancia que en Francia se ha creado un “Observatorio Nacional del Suicidio”.
Un caso famoso fue la cadena de suicidios (tres trabajadores en los primeros meses de 2007) en una planta de la empresa Renault en Guyancourt (Francia), y por la que la empresa fue condenada en un juicio (al relacionar estos suicidios con el ambiente general de trabajo de esta planta). No era el primer caso, en otra empresa francesa, France Télécom, se habían registrado más de una treintena de suicidios en apenas dos años (algo que los sindicatos amputaban a la “gestión por el terror” de la dirección). Había que quitar de en medio a 22.000 empleados y recolocar a otros 10.000, así que a muchos se les hizo la vida imposible. 35 cuadros de France Telecom se suicidaron en dos años, otros 12 lo intentaron. Tras siete años de investigación, la Fiscalía francesa pidió a principios de julio que se procesara a esta empresa y a ocho de sus cinco altos directivos de la época (Euronews).
Estas eran las razones según un sindicalista de la empresa:
La actitud de la patronal que predomina en el Grupo consiste en hacer competir constantemente a los asalariados entre sí. En el establecimiento de Guyancourt no hay ningún horario expuesto: ni de apertura ni de cierre del establecimiento. Los aumentos de remuneración dependen de la capacidad de cada uno de cumplir con objetivos individuales, objetivos que se van colocando cada vez más alto. A todos se les exige incesantemente que se distingan, que hagan siempre más que antes. Esta lógica catastrófica no permite que haya ningún tipo de solidaridad, ningún respiro (ninguna respiración). Recuerdo haber escuchado un día a un inspector del trabajo muy conocido en Francia, hacer un llamado de alerta por el peligro que representa ese tipo de organización del trabajo que, al no acordar a sus asalariados ningún descanso, no les deja ni siquiera espacio para respirar (“externaliza la respiración”)”. Esta manera de explicarlo, muy exacta, resume muy bien la realidad cotidiana del personal del Technocentre. Desde la presión financiera hasta la amenaza de los traslados, desde la individualización de la gestión de las carreras laborales hasta la burocratización de las relaciones jerárquicas, todo hace que el personal se exija ahora hasta no poder más. Hace cuarenta años, en toda la red de Renault trabajaban 110.000 personas. Actualmente sólo hay 45.000, que hacen entre cinco y seis vehículos más por asalariado. Es verdad que la tecnología cambió pero también cambiaron los métodos de gestión y con ellos llegaron estas formas de ascenso y de retribución que fomentan que todos consideren a los demás como competidores e impulsan a los asalariados a alegrarse cuando un compañero fracasa esperando obtener mayor recompensa para sí mismos.
“Para la psiquiatra Marie-Hélène Braudo, de la asociación contra el sufrimiento laboral 24 Millones de Asalariados, de París, el problema parte de la mentalidad del “todo es posible” que se ha impuesto en el medio laboral, donde las nuevas tecnologías y el “perverso despotismo administrativo”, con sus relaciones de poder crean un “ambiente sin límites” en el trabajo en el que todo es, o debe ser, posible. El resultado es que la mula sobrecargada se acaba desplomando” (La Vanguardia, 14/07/2016).
Trátese de jóvenes en su primer empleo, en plena actividad, o veteranos, ya no podemos más de esta salvajada que rompe las solidaridades, que nos aísla y nos atemoriza, entre el miedo de perder nuestro trabajo, la sumisión a la que nos vemos obligados y la misma desorganización del trabajo, constatamos día tras día, año tras año, un atentado creciente al trabajo y a los seres humanos”, señala la asociación parisina 24 Millones de Asalariados, que apunta a una “guerra económica” que, “en nombre del beneficio por el beneficio, de la rentabilidad y de la competitividad, extiende su empresa gestionaria”.
Como respuesta a estos acontecimientos, surge una nueva especialidad psiquiátrica, la Psicopatología del Trabajo, en la que existen ya destacados especialistas como el psiquiatra francés Cristophe Dejours. En una entrevista (“Le monde du travail est aujourdhui un lieu dévasté”, 2009), Dejours señalaba que lo que ha cambiado en nuestros tiempos en los lugares de trabajo es que anteriormente el colectivo de trabajadores asumía el rol de prevención de violencias en el lugar de trabajo, algo que hoy habría desaparecido completamente. En este sentido, señala que un suicidio en el lugar de trabajo “significa que todo el tejido humano, toda la noción de “vivir en común” ha sido totalmente destruida”. Dejours indica que este incremento de suicidios en el lugar de trabajo remonta la giro en la gestión empresarial de los años 80. La aparición de lógicas de gestión que pasan por la evaluación individualizada y las demandas de calidad no encuentran la resistencia de estrategias de defensa colectivas entre los trabajadores. Desde la dirección de las empresas se cree que la fuente de productividad no es el trabajo sino una “eficaz” gestión. Mientras, para alcanzar los resultados, los objetivos propuestos por la empresa, los trabajadores deben traicionar, en ocasiones, las reglas de su oficio, su ética profesional (lo que acaba por dañar su propia imagen o autoestima y conducirlo a una experiencia de soledad y competitividad en el lugar de trabajo).
El antropólogo James Suzman, en su libro Trabajo (2021) describe el problema de la muerte en el trabajo haciendo referencia a expresiones japonesas como karoshi (muerte por exceso de trabajo) o karo jisatsu (enfermedad del directivo, por no estar a la altura de su equipo, por decepcionar a sus jefes o debilitar a su empresa). También señala que la televisión estatal china anunció que "más de medio millón de ciudadanos chinos morían cada año por exceso de trabajo".
Para saber más: https://www.lavanguardia.com/lacontra/20180306/441302093070/la-ayuda-mutua-en-el-trabajo-ha-desaparecido.html?utm_source=twitter&utm_medium=social&utm_content=lacontra&utm_campaign=lv
Cuestiones:
– Busca en internet algunos casos, españoles o extranjeros, de suicidios de trabajadores en su lugar de trabajo. Explica el contexto de cada caso, las causas que según sindicatos y empresas explican estos hechos, y las soluciones que aportan para su erradicación.
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