"Un agente del FBI sabe que un ilusionista profesional (al cual no conoce personalmente), y que ha sido acusado de falseamiento de ingresos por eludir pago de impuestos, viaja en un tren, al cual sube también el citado agente. Éste tiene la esperanza de identificarlo durante el viaje, antes de llegar a la próxima estación, hasta la que faltan unas horas de marcha sin paradas intermedias.
Mirando con disimulo los equipajes de mano que hay en los departamentos del tren, ve en uno de ellos un maletín en cuya cubierta aparece el emblema de una sociedad de ilusionistas y esto decide al agente a quedarse en el departamento observando a sus ocupantes para intentar averiguar a quién pertenece, evitando, a ser posible, darse a conocer y molestar a otros viajeros.
Los viajeros que van en el citado departamento son: un soldado raso (un recluta), un hombre calvo, un muchachito adolescente, un caballero con una gran barba, un sacerdote, otro viajero al que le falta un brazo, otro de mediana edad, con aspecto de viajante, y un ciego. El agente, en su idea de ver si puede identificar al propietario del maletín, registrándolo sin llamar la atención, espera la ocasión para ello y ésta se presenta al pasar los viajeros al coche-comedor en el único turno que hay para la comida.
Con eficiente rapidez el agente abre el maletín, cuyo contenido es: una afeitadora eléctrica, una medalla de guerra, un billete normal del ferrocarril correspondiente al viaje que realizan, un par de guantes usados, un libro de ilusionismo, una fotografía de un niño (con una dedicatoria a su padre) y un peine corriente. No encuentra nada más y no hay documentos de identificación que designen al dueño de la valija.
Sin embargo, el avispado agente ya sacó sus conclusiones y cuando vuelven al departamento los viajeros, llama a uno de ellos rogándole salga con él al pasillo, donde procede a su detención".
(Fuente: F. Florensa y R. Remartínez, Pasatiempos y entretenimientos, Paraninfo, 1970).
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