"Pueden encontrarse personas que escriben acerca del siglo XVI como si la magia fuera una supervivencia medieval y la ciencia algo nuevo que llegó para barrer con ella. Los que hayan estudiado el periodo saben que no es así. Hubo muy poca hechicería en la Edad Media; los siglos XVI y XVII son el cénit de la magia. El esfuerzo mágico y el esfuerzo científico serios son gemelos: uno estaba enfermo y murió, el otro era fuerte y medró. Pero eran gemelos. Nacieron del mismo impulso. (...) Hay algo que une la hechicería y la ciencia aplicada y que al mismo tiempo las separa de la "sabiduría" de tiempos anteriores. Para los sabios de la Antigüedad el problema cardinal era cómo conformar el alma a la realidad: la solución se buscó por el lado del conocimiento, la autodisciplina y la virtud. Tanto para la magia como para la ciencia aplicada el problema era cómo someter la realidad a los deseos de los hombres; la solución es una técnica; y ambas, en la práctica de esta técnica, están listas para hacer cosas hasta entonces consideradas repulsivas e impías, como desenterrar y mutilar a los muertos".C. S. Lewis, The Abolition of Man (1947). Cita tomada de J. Riechman, Un mundo vulnerable (2005).
Como ha señalado Jorge Riechman (2005:51), abogar por el despliegue sin trabas de tecnologías tan poderosas como la ingeniería genética "presupone una antropología y una sociología irreales: seres humanos infalibles que viven en sociedades perfectas". Habría que adoptar el principio de precaución, pues las tecnologías "no son ni independientes de los sistemas de valores ni inevitables. La pregunta por la proporcionalidad entre la potencia tecnocientífica y la textura del mundo humano es pertinente".
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