Entre su trabajo como niñera y su afición por la fotografía, la
estadounidense Vivian Maier dejó un legado imborrable en este género del
arte. Vivian Maier nació en Nueva York, aunque pasó gran parte de su juventud en Francia.
Pasó su infancia entre Francia y Estados Unidos. Hacia 1930, su padre abandonó la familia. Junto a su madre convivió una temporada con una pionera de la fotografía, la surrealista Jeanne J. Bertrand, de quien pudo obtener su interés vocacional por la fotografía. En 1951, con 25 años y sin su madre, se mudó a Nueva York y empezó a trabajar como niñera, labor que continuará profesionalmente durante el resto de su vida. Adquiere al año siguiente su célebre cámara Rolleiflex.
En la década de los 80, Maier se vio se tuvo que enfrentar con la inestabilidad en su trabajo de niñera, viéndose obligada a cambiar cada poco de familia. Esto le impidió seguir revelando sus fotos, por lo que los carretes sin revelar se seguían acumulando. A finales de la década de los 90 o principios de los 2000, Maier tuvo que guardar y almacenar su cámara y sus pertenencias mientras intentaba mantenerse a flote. En una situación precaria, logró trabajar con una familia que le permitió mantener durante algún tiempo un pequeño estudio. Maier no revelaba muchos de sus carretes porque no se lo podía permitir. Solo tomaba fotos sin descanso y sin que pareciera importar el resultado final. También coleccionaba libros de arte y las esquelas de los periódicos.
En diciembre de 2008, cuando caminaba sobre hielo, se cayó y golpeó en la cabeza. Fue llevada a una residencia de ancianos en Oak Park donde falleció cuatro meses después, a los 83 años.
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