RESEÑA
Encarna
Rodríguez,
"Neoliberalismo, Educación y Género. Análisis crítico de la
reforma educativa española",
La Piqueta, Madrid, 2001, pp. 252.
Muchas
profesoras y profesores que colaboraron, desde posturas
democratizadoras y de innovación curricular, en el desarrollo
inicial de la LOGSE, experimentaron posteriormente la involución de
la reforma educativa en el contexto de la creciente tendencia
neoliberal (económica y cultural), en nuestro país, con su
tendencia a exaltar la racionalidad del mercado y del individuo. Con
un cierto tono autobiográfico, y resaltando la categoría de género
en sus análisis, las páginas de este libro nos ayudan a comprender
el progresivo desencanto o frustración de muchos de estos enseñantes
que participaron en la LOGSE. Así, describe cómo, desde finales de
los años 80, el debate ideológico en torno a la defensa del
currículo abierto fue sustituido por un Diseño Curricular Base
(1989), reducido a una cuestión técnica que pronto desincentivaría
la participación del profesorado; la pluralidad de perspectivas de
los inicios se vio desplazada por el dogmatismo de la corriente
psicológica constructivista; el papel activo del profesorado a
través de su experiencia diaria en el aula fue sepultado por los
nuevos saberes expertos y su nueva terminología; las primitivas
tendencias democratizadoras fueron sustituidas por el progresivo
reforzamiento de las estructuras formales (equipos directivos e
inspección): la “calidad en la gestión” se fue alejando de la
participación.
En
esta nueva agenda neoliberal se apela constantemente a la eficiencia,
a una “cultura empresarial” que se proyecta sobre el sector
público y que se traduce en burocratización y privatización; los
problemas de naturaleza social (como la diversidad escolar o la
insatisfacción laboral) se disuelven en conflictos psicológicos;
las prácticas de colaboración democráticas en la escuela, que
incorporaban los debates ideológicos, los saberes y propuestas de
los docentes, se despolitizan. De esta forma, esta despolitización
obliga a los docentes a intentar resolver, en los estrechos límites
de su aula, las contradicciones sociales que la escuela pretende
ignorar; o lo que es lo mismo, desarrollar la irresoluble tarea de
articular el cumplimiento acrítico de un currículo oficial de corte
neoliberal con la creencia en las posibilidades democráticas de la
escuela. Además, el profesorado se debe concentrar en crear
“situaciones de aprendizaje” en los que el alumnado ideal (los
hijos de las clases medias que pueden explotar el capital cultural
que le proporciona su entorno social) desarrolle sus habilidades y
capacidades individuales.
En
el análisis de esta reforma la cuestión del género, la presencia y
participación de las mujeres en el sector educativo, se hace
fuertemente visible y contribuye a su politización, a entender otras
formas de liderazgo y colaboración. El género (una construccion
social inestable), junto a las diferencias de clase o raza,
permitiría identificar otras fuentes sociales de desigualdad,
contribuiría a radicalizar y democratizar nuestras instituciones; y
a la vez, como señala la autora, es “una dimensión determinante
de las dinámicas curriculares y la relación escuela-sociedad”.
José
B. Seoane Cegarra.
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