RESEÑA.
Jorge Riechmann,
Todo tiene un límite: Ecología y Transformación
social. Debate,Madrid, 2001.
Vivimos actualmente, señala Riechmann en este
libro, en una especie de inmadurez colectiva que, desde la ideología
productivista dominante que refleja muy bien nuestra publicidad, nos
anima a apetecerlo todo a la vez, a no renunciar a nada. Esto nos ha
llevado a perder nuestra conciencia de los límites. Al igual que
vivimos desde 1945 bajo la amenaza nuclear, desde mediados de la
década de los sesenta somos conscientes de la globalidad de la
crisis ecológica, aunque la ceguera de nuestras “sociedades
autosatisfechas” parece constantemente negarlo. A aquellos
políticos y responsables institucionales que creen enfrentarse a una
problemática reciente, deberíamos recordar que ya desde el siglo
XVIII aparecen en nuestra cultura interesantes reflexiones éticas
acerca de la problemática entre Tecnociencia, Medio ambiente y
Sociedad. Así lo muestran autores como David Henry Thoreau (Walden,
1854), Henry S. Salt (Los derechos de los animales, 1892) o Jeremy
Bentham (Principios de moral y legislación, 1789). Pero es que,
además, habría que discutir con esos mismos responsables políticos
y científicos la supuesta bondad de su concepto de “desarrollo
sostenible”, el mantenimiento de una ideología que expolia y agota
unos recursos naturales limitados en beneficio de los países más
ricos. La defensa del crecimiento económico en los países
industrializados, la expansión e incesante acumulación del modo de
producción capitalista, sólo es posible –como señala Riechmann-
externalizando los costes de producción, y en particular los daños
ecológicos. Las empresas logran de esta forma que otros (los
ciudadanos, en especial los de los países más pobres) carguen con
los residuos, el deterioro del medio ambiente y la escasez de
recursos naturales que las primeras provocan.
Nuestra
biosfera es finita y nos estamos haciendo responsables de la
alteración de algunos de sus ciclos naturales, del exterminio y la
crueldad con algunas de sus especies o formas de vida. Somos una
especie biocida.
Frente
a todo esto, Riechmann propone fundamentar ecológicamente “otra”
política, otro mundo posible, con iniciativas como la “Vía
Campesina”, la teoría del “crecimiento cero” o la “Tasa
Tobin”. Esperemos entre todos hacerlo real.
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