El neo-racismo actual, como ha señalado Fco. Fernández Buey (La barbarie, Paidós, 1995), se presenta como un racismo "sin razas": "el centro de su argumentación no es ya la herencia biológica, sino más bien el carácter supuestamente irreductible de las diferencias culturales". Así, desde la ultraderecha europea se insiste en los problemas de la inmigración (no de sus ventajas, y siempre de forma selectiva, con criterios de "empleabilidad" o supuesta proximidad cultural); se advierte sobre "el carácter nocivo de la cancelación de fronteras, la incompatibilidad de las distintas formas de vida y de las tradiciones". En este racismo, que ha surgido en Europa vinculado al miedo a la inmigración, existe "una concepción hipostasiada y apriorística de la cultura" que sustituye a las viejas teorías biologistas: "La cultura acaba funcionando como naturaleza cuando se opera metiendo a los individuos y a los grupos, sin otras consideraciones, en una genealogía de origen casi inmutable".
Este racismo diferencialista se presenta "como una explicación de los comportamientos xenófobos de las multitudes en la medida en que considera naturales los conflictos interétnicos que surgen cuando no se respeta la (en su opinión) irreductible diferencia cultural". (Ver declaraciones del presidente de Vox en este sentido en https://www.eldiario.es/canariasahora/sociedad/VIDEO-Abascal-Vox-hispanoamericano-inmigracion_0_761874455.html)
Desde esta posición, como hemos visto en nuestro país recientemente, "universalismo (modernizador) y particularismo (primitivista) se convierten por lo general en términos positivamente intercambiables (y con el signo de valoración cambiado) según que tales palabras hayan de ser utilizadas hacia adentro, en el marco de estados multinacionales cuya plurinacionalidad y desigualdad regional no acaba de ser reconocida, o hacia afuera, quiero decir: en defensa de la propia identidad/diferencia frente al otro universalismo modernizador (que en este caso adquiere el matiz peyorativo de uniformista o el más drástico de asimilacionista)".
Este neo-racismo tiene una funcionalidad en la globalización neoliberal del mercado de trabajo, "toma la forma de una etnización de la fuerza de trabajo mediante la creación y continua recreación de grupos y comunidades raciales y/o etno-nacionales-religiosas, que van cambiando según los lugares y los tiempos: siempre hay negros, y si no los hay, o son pocos, se inventan los negros blancos": "Ello es posible porque la mundialización del sistema capitalista ha acabado por hacer del trabajo humano no sólo una mercancía que aliena a aquella parte de la humanidad que hoy, en la fase del paro estructural, logra vender su fuerza de trabajo, sino también una aspiración por la que se juega la vida diariamente otra parte de la humanidad que ni siquiera ha podido entrar en el ciclo de la explotación".
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