"Valoro muy positivamente este artículo. A nivel de lector medio, hará reír. A nivel de otros personajes, suscitará cabreos. En todo caso, es un trabajo puntual que comunica bien. ¿Era oportuno y conveniente publicarlo? Bueno. Yo diría que sí, para poner en orden el barullo del idioma vigente. Deseo un lenguaje maravilloso para mi país. El tema está ahí, a la espera de que se resuelva. Por mi parte, lo tengo muy claro".
Antonio de Senillosa, Modismos verbales, El País, 13 junio 1988.
Así alertaba en 1988 el escritor y político Antonio Senillosa respecto a la invasión de modismos contagiosos en amplios sectores de los medios de comunicación y de la política. En la primera frase, del texto anterior, Senillosa denunciaba que "valorar" se ha convertido en un truco verbal polivalente: se valora todo (sin aclarar nunca bien el porqué). A continuación, aparece el uso y abuso de la expresión "a nivel de", que no añade nada a la expresión que encabeza, mientras con el adjetivo "puntual" permite escapar a la crítica, subrayando el único rasgo positivo de que "comunica" bien (¿qué?): "Desgraciado aquel torero que en su faena no sepa comunicar; y dichosa aquella campeona de gimnasia rítmica que "técnicamente no es la mejor, pero comunica muy bien". Bueno, hombre. Comuniquemos".
Luego, ante una pregunta concreta, intenta no aclarar o hacerlo ambiguamente su respuesta: "Bueno. Yo diría que sí". Y añade un vocablo manoseado también hasta la saciedad ("maravilloso"), que aporta poco al calificar en este caso al lenguaje. Además, parece "que el país entero se halla sumergido en un concurso de
oposiciones": "El tema..."; una
expresión, señala Senillosa, "que suena a cultura y que sirve para elevar el rango intelectual
del debate". Y concluye estas afirmaciones oscuras y ambiguas, esta confusión mental, con un extrañamente rotundo "Yo lo tengo muy claro". Pues será el único.
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