En un artículo publicado en la revista Investigación y Ciencia (julio, 2015, pp. 54-55), Evandro Agazzi, filósofo de la ciencia señala cómo la crisis de fundamentos de la física y la matemática, entre finales del siglo XIX y principios del XX, supuso una crisis de confianza respecto a la capacidad de la ciencia para conseguir la verdad.
En el mundo matemático, el desarrollo de las geometrías no euclidianas, en las que cada una contenía proposiciones opuestas a las demás, hacía difícil saber cuál era la verdadera, por lo que la conclusión fue que no eran ni verdaderas ni falsas, sino que eran puros sistemas formales hipotético-deductivos sin pretensión de verdad.
"En cuanto a la física, los desarrollos de la mecánica newtoniana habían permitido absorber en ella disciplinas como la acústica o la óptica. Pero en las últimas décadas del siglo XIX habían fracasado ya los esfuerzos por reducir a la mecánica los fenómenos de la termodinámica y del campo electromagnético. Además, a comienzos del siglo XX, la teoría de la relatividad y la física cuántica indicaban que incluso algunos conceptos y principios fundamentales de la mecánica newtoniana -que hoy llamamos clásica- resultaban inaplicables".
"La consecuencia que extrajeron numerosos cientificos y filósofos, empezando por Ernst Mach, fue que la ciencia en cuanto tal no tenía ni la tarea ni el fin de hacernos conocer lo que es la realidad, sino simplemente la función de ofrecernos esquemas intelectuales útiles para organizar nuestras percepciones sensoriales y para hacer previsiones al objeto de decidir nuestro comportamiento en el mundo. Se trataría, por tanto, de un conocimiento sin verdad".Pero, entonces, cómo podríamos atribuirle a la ciencia una superioridad respecto al simple sentido común o a discursos imaginarios o arbitrarios? La respuesta que se puede dar, según Agazzi, es que la ciencia es un conocimiento objetivo (como sustitutivo de la verdad). Pero, teniendo en cuenta que cada ciencia se refiere sólo a sus objetos específicos (considera sólo unos cueantos atributos del objeto e ignora todos los demás), la verdad no resultaría eliminada sino que a través del concepto de objetividad "puede ser precisada y defendida".
En una entrevista a Leonard Susskind, uno de los físicos fundadores de la teoría de cuerdas (Investigación y ciencia, septiembre 2011), éste proponía abandonar la palabra "realidad" y susituirla por la palabra "reproducible", que resulta mucho más útil en física. El entrevistador recordaba también en esta entrevista que "en los años veinte y treinta del siglo XX, los fundadores de la mecánica cuántica se dividían en dos bandos: los realistas y los antirrealistas. Los primeros, entre los que se encontraban Albert Einstein, sostenían que el cometido de la física era proporcionar una imagen mental, por imperfecta que fuera, de una realidad externa y objetiva. Los antirrealistas, como Niels Bohr, afirmaban que esas imágenes mentales se encontraban repletas de atolladeros: los cientificos debían conformarse con realizar y verificar predicciones empíricas".
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