Entre noviembre de 1972 y febrero de 1953, el filósofo alemán
Theodor W. Adorno analizó en "Bajo el signo de los astros" (Laia, 1986) una sección de astrología del diario
Los Angeles Times con el objetivo de estudiar la naturaleza y las motivaciones que están detrás de un fenómeno social de masas como es la astrología y la creencia en los horóscopos. Adorno, en línea con la Escuela de Frankfurt, analiza la institucionalización de la superstición y el peso de elementos irracionales en las sociedades contemporáneas. Destaca la visión geocéntrica y antropocéntrica en la que se funda la astrología, en una época en el que conocemos la insignificancia de nuestro planeta entre millones de galaxias. Se trata de una forma de irracionalidad que no se interroga por el mecanismo que utiliza la predicción astrológica, que aliena la experiencia humana al creer que una fuerza desconocida sabe sobre ella, y sobre lo que ha de hacer, más de lo que la persona puede determinar por sí misma. Se trata de reducir lo complejo de esa experiencia a una fórmula manejable, capaz de satisfacer las necesidades psicológicas que se suponen preocupan al público lector de horóscopos. Para ello utiliza clichés estilísticos que permiten reducir al mínimo el riesgo de fracaso en la predicción, siempre confirmada: "Obra con arreglo a esa intuición que has tenido". La formulación de las predicciones hacen improbable la posibilidad de su confrontación con la realidad.
Según Adorno, el columnista que elabora los horóscopos trata por un lado satisfacer el narcisismo de los lectores, y por otro lado lo complementa con el propósito más o menos velado de infundir cierta angustia, cierta amenaza, siempre leve, que le lleva a buscar ayuda. El problema es que, para Adorno, la creencia en los horóscopos induce a comportamientos conformistas ante situaciones concretas, promueve el conformismo social. Los conflictos se eluden por completo o se atajan mediante la invitación a la aceptación o la sumisión (presentada como una forma de demostrar la propia superioridad interior). Permite desplazar la responsabilidad sobre nuestras vidas, sobre la toma de decisiones en asuntos, en muchas ocasiones, cotidianos y poco trascendentes. Se prepara a los lectores a identificarse con lo existente y para reconocer su propia impotencia, pues las fuerzas objetivas que rigen la vida social, así como las circunstancias en las que ésta se desarrolla, parecen estar fuera del alcance de los sujetos. Se refuerzan las pautas convencionales de actuación social, se jerarquizan y ordenan las relaciones sociales: familia, vecinos, amigos, jefes...
Así, la astrología traduce la frustración de nuestro modo de vida social en una especie de pseudo-racionalidad: "presenta la sinrazón existente como si tuviese algún sentido oculto, astral, de modo que los individuos no pueden buscar las claves de la vida social en la propia sociedad".
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