"La exigencia de que Auschwitz no se repita es la primera de todas en la educación... No acierto a entender que se le haya dedicado tan poca atención hasta hoy. Fundamentarla tendría algo de monstruoso ante la monstruosidad de lo sucedido. Pero el que se haya tomado tan escasa conciencia de esta exigencia, así como de los interrogantes que plantea, muestra que lo monstruoso no ha penetrado lo bastante en los hombres, síntoma de que la posibilidad de repetición persiste en lo que atañe al estado de conciencia e inconsciencia de estos. Cualquier debate sobre ideales de educación es vano e indiferente en comparación con éste: que Auschwitz no se repita. Fue la barbarie, contra la que se dirige toda educación".
Así empezaba la conferencia que el filósofo Theodor W. Adorno dio por la radio de Hesse el 18 de abril de 1966 (en "Consignas", Amorrortu, 1973). Y nos advertía de que "si en el principio mismo de civilización está instalada la barbarie, entonces la lucha contra ésta tiene algo de desesperado":
"Millones de inocentes -establecer las cifras o regatear acerca de ellas es indigno del hombre- fueron sistemáticamente exterminados. Nadie tiene derecho a invalidar este hecho con la excusa de que fue un fenómeno superficial, una aberración en el curso de la historia, irrelevante frene a la tendencia general del progreso, de la ilustración, de la humanidad presuntamente en marcha. Que sucediera es por sí solo expresión de una tendencia social extraordinariamente poderosa".
Adorno recuerda genocidios anteriores, como el armenio, desatados por el nacionalismo agresivo desplegado desde finales del siglo diecinueve. Por desgracia, en el siglo XX podríamos recordar otros genocidios como el camboyano o el ruandés; y el comienzo del siglo XXI parece mostrar un aumento de ese nacionalismo agresivo, conectado al auge de la ultraderecha, el crecimiento de la desigualdad y el rechazo a la inmigración.
Entre las medidas de la educación contra la barbarie, Adorno señala -entre otras- a las primeras experiencias en la escuela: "Habría que atacar todos aquellos modos de folk-ways, costumbres populares y ritos de iniciación que causan dolor físico a un individuo -a menudo, hasta lo insoportable- como precio para sentirse integrante, miembro del grupo". Y subraya la importancia de educar en la autonomía y el pensamiento crítico:
"Walter Benjamin me preguntó cierta vez durante la emigración, cuando yo viajaba todavía esporádicamente a Alemania, si aún había allí suficientes esclavos de verdugo que ejecutasen lo que los nazis les ordenaban. Los había. Pero la pregunta tenía una justificación profunda. Benjamin percibía que los hombres que ejecutan, a diferencia de los asesinos de escritorio y de los ideólogos, actúan en contradicción con sus propios intereses inmediatos; son asesinos de sí mismos en el momento mismo en que asesinan a los otros. Temo que las medidas que pudiesen adoptarse en el campo de la educación, por amplias que fuesen, no impedirían que volviesen a surgir los asesinos de escritorio. Pero que haya hombres que, subordinados como esclavos, ejecuten lo que les mandan, con lo que perpetúan su propia esclavitud y pierden su propia dignidad..., que haya otros Boger y Kaduk, es cosa que la educación y la ilustración pueden impedir en parte".
-A. Serrano de Haro (2004), "La filosofía ante el Holocausto", Anthropos, nº 203, pp. 95-109.
- Blog "Biblioteca de la deportación".
- Reyes Mate (2003), "Auschwitz, acontecimiento fundante del pensar en Europa".
No hay comentarios:
Publicar un comentario