En una entrada anterior vimos la neolengua que el escritor inglés George Orwell describía en su distopía 1984. Esta preocupación por el lenguaje como herramienta para expresar y no ocultar o evitar el pensamiento aparece también en un ensayo titulado "La política y el lenguaje inglés", que publicó en 1946. En él denunciaba que el lenguaje inglés se estaba volviendo "feo e impreciso" y que "la dejadez de nuestro lenguaje hace más fácil que pensemos necedades". Es más, añadía, que el proceso era reversible y que "pensar con claridad es un primer paso hacia la regeneración política; de modo que la lucha contra el mal inglés no es una preocupación frívola y exclusiva de los escritores profesionales". Por ello propone en su ensayo algunos ejemplos de la prensa y de escritos políticos que según Orwell, muestran dos características comunes: las imágenes trilladas y la falta de precisión. Y, más concretamente, aclara:
"Tan pronto se tocan ciertos asuntos, lo concreto se disuelve en lo abstracto y nadie parece capaz de emplear giros del lenguaje que no sean trillados: la prosa emplea menos y menos palabras elegidas a causa de su significado y más y más expresiones unidas, como las secciones de un gallinero prefabricado".
Y, a continuación, enumera "algunos de los trucos mediante los que se acostumbra evadir la tarea de componer la prosa":
-Metáforas moribundas: "metáforas gastadas que han perdido todo uso evocador y que se usan tan sólo porque evitan a las personas el problema de inventar sus propias frases". Muchas de ellas, añade Orwell, se usan sin saber su significado. Algunos ejemplos serían "pescar en río revuelto", "al orden del día", "el canto del cisne", "hacerle la jugada a"...
- Operadores o extensiones verbales falsas: "evitan el problema de elegir los verbos y sustantivos apropiados, y al mismo tiempo atiborran cada oración con sílabas adicionales que le dan una apariencia de simetría". El principio básico es eliminar los verbos simples (por ejemplo, en vez de escribir se rompió, pone ha resultado roto). Además, "donde sea posible, se prefiere usar la voz pasiva a la voz activa y construcciones sustantivadas en vez de gerundios (mediante el examen en vez de examinando). Y, añade, "la gama de verbos se restringe aún más usando formas verbales que terminan en izar (como concretizar) o empiezan por des y se da a las afirmaciones triviales una apariencia de profundidad empleando expresiones que empiezan por no seguido del antónimo de un concepto en vez de usar el concepto, como no ser diferente en vez de ser parecido". Y por último, "las conjunciones y preposiciones simples se sustituyen por expresiones tales como con respecto a, teniendo en consideración que, el hecho de que, a fuerza de, en vista de, en interés de, de acuerdo con la hipótesis según la cual; y se evita terminar las oraciones con un anticlímax mediante expresiones comunes tan resonantes como tan deseado, no se puede dejar de tener en cuenta, un desarrollo que se espera en el futuro cercano...".
- Dicción pretenciosa: palabras que se usan "para adornar una afirmación simple y dar un tono de imparcialidad científica a juicios sesgados", palabras y expresiones extranjeras "para dar un aire de cultura y elegancia".
- Palabras sin sentido: no es raro, afirma Orwell, encontrar largos pasajes que carecen casi completamente de sentido. Así, por ejemplo, se abusa de términos políticos como fascismo (convertido en "algo no deseable") y palabras como democracia no encuentran una definición aceptada.
Como muestra de "este catálogo de estafas y perversiones", Orwell propone traducir "un pasaje de buen inglés en inglés moderno de la peor especie", y escoge un verso del Eclesiastés:
"Retorné; y observé que bajo el sol ni la ventaja en la carrera es de los ligeros, ni de los valientes la victoria en la guerra, ni el pan para los sabios, ni para los doctos las riquezas, ni de los peritos en las artes es el crédito; sino que todo se hace como por azar y a la ventura".
Lo que en inglés moderno sería:
Las consideraciones objetivos de los fenómenos contemporáneos compelen a la conclusión de que el éxito o el fracaso en las actividades competitivas no exhibe ninguna tendencia conmensurable con la capacidad innata, sino que un notable elemento de lo imprevisible debe tenerse invariablemente en cuenta.
Para Orwell, lo peor de la escritura moderna consiste "en pegar largas tiras de palabras cuyo orden ya fijó algún otro y hacer presentables los resultados mediante trucos. El atractivo de esta forma de escritura es que es fácil. Es más fácil -y más rápido, una vez se tiene el hábito- decir "En mi opinión no es un supuesto injustificable" que decir "Pienso". Si usted usa frases hechas, no sólo no tiene que buscar las palabras; tampoco se debe preocupar por el ritmo de las oraciones, puesto que por lo general ya tienen un orden más o menos eufónico".
Un escritor cuidadoso, según Orwell, debe hacerse al menos cuatro preguntas:
1. ¿Qué intento decir?
2. ¿Qué palabras lo expresan?
3. ¿Qué imagen o modismo lo hace más claro?
4. ¿Es esta imagen lo suficientemente fresca para producir efecto?
Y probablemente se haga dos más:
1. ¿Puedo ser más breve?
2. ¿Dije algo evitablemente feo?
El lenguaje político, en especial, consiste en muchas ocasiones, denuncia Orwell, en "eufemismos, peticiones de principio y vaguedades oscuras" (se habla de pacificación cuando se bombardea poblados indefensos; se llama traslado de población o rectificación de las fronteras cuando se despoja a millones de campesinos de sus tierras; o se habla de eliminación de elementos indignos de confianza cuando se encarcela sin juicio a la gente durante años).
"El gran enemigo del lenguaje claro -afirma Orwell- es la falta de sinceridad. Cuando hay una brecha entre los objetivos reales y los declarados, se emplean casi instintivamente palabras largas y modismos desgastados, como un pulpo que expulsa tinta para ocultarse... Lo que se necesita, por encima de todo, es dejar que el significado elija la palabra y no al revés. En prosa, lo peor que se puede hacer con las palabras es rendirse a ellas. Cuando usted piensa en un objeto concreto, piensa sin palabras, y luego, si quiere describir lo que ha visualizado, quizá busque hasta encontrar las palabras exactas que concuerdan con ese objeto. Cuando piensa en algo abstracto se inclina más a usar palabras desde el comienzo y salvo que haga un esfuerzo consciente para evitarlo, el dialecto existente vendrá de golpe y hará la tarea por usted, a expensas de difuminar e incluso alterar su significado. Quizá sea mejor que evite usar palabras en la medida de lo posible y logre un significado tan claro como pueda mediante imágenes y sensaciones. Después puede elegir -no simplemente aceptar- las expresiones que cubran mejor el significado, y luego ponerse en el lugar del lector y decidir qué impresiones producen en él las palabras que ha elegido".
Por último, Orwell propone una serie de reglas para evitar caer en las trampas del lenguaje que ha denunciado más arriba:
1. No use una metáfora, un símil u otra figura gramatical que suela ver impresa.
2. Nunca use una palabra larga donde pueda usar una corta.
3. Si es posible suprimir una palabra, suprímala siempre.
4. Nunca use la voz pasiva cuando pueda usar la voz activa.
5. Nunca use una locución extranjera, una palabra científica o un término de jerga si puede encontrar un equivalente del inglés (o castellano) cotidiano.
6. Rompa cualquiera de estas reglas antes de decir una barbaridad.
Os dejo a continuación un breve vídeo elaborado por la revista Yorokobu:
Para saber más:
https://elpais.com/autor/fernando-lazaro-carreter/
https://elpais.com/autor/alex-grijelmo/
https://maribravo.es/blog/
No hay comentarios:
Publicar un comentario