"En algún momento, allá por los albores del mundo moderno, el tiempo se volvió contra la vida. Hasta ese momento la había acompañado, inevitable, grabando en su registro las experiencias de la gente y, en los cuerpos, las metamorfosis de la carne. El tiempo se manifestaba en las arrugas de los rostros, las cosechas o las ruinas, no en las agujas de relojes. Fue ahí que empezamos a luchar contra el tiempo y su maquinaria de cronómetros, horarios y ritmos; a la manera de Chaplin, girando entre unos engranajes fabriles que, para nuestra desorientación, se han invisibilizado".
Raimundo Viejo, Prólogo a "No tengo tiempo".
La disponibilidad total del trabajador/a le hace perder el control sobre su propio tiempo. Aparece "una nueva capa proletaria invisible que dispone de menos tiempo todavía, pues se lo dedica a la falta de tiempo de otros que pagan (para limpiar la casa, hacer la comida, cuidar a las personas dependientes...)". El estrés, la sobrecarga de trabajo, no se cuestiona. La publicidad nos invita a tomar vitaminas que nos mantengan activos y despiertos, a practicar mindfulness para mejorar la atención. Lo opuesto a ese funcionario gaditano que "durante catorce años entre traslado y traslado se quedó sin tareas, por lo que en lugar de acudir al trabajo dedicó su tiempo a estudiar la obra del filósofo Baruch Spinoza".
"El problema -advierte Moruno- no es fomentar la vagancia, el problema reside en la cantidad de talento y proyectos que nos perdemos a causa de la precariedad y la falta de seguridad. El problema no es que un ingreso garantizado desincentive la búsqueda de empleo, el problema es estar obligado a buscar un trabajo que no existe." La prioridad del trabajo en el sistema capitalista es maximizar beneficios, no satisfacer necesidades.
Respecto a la actual industria del coaching, la industria de la motivación y la gestión empresarial de uno mismo, todo se construye sobre la base de la competitividad y la finalidad del éxito. La precariedad, la competencia y la incertidumbre se presentan como "una oportunidad para mejorar tu desarrollo personal y capturar las oportunidades que te ofrece el mercado". La pobreza y la precariedad parecen superarse siendo "positivos" (adoptar "soluciones subjetivas puramente individuales a problemas estructurales"). "Todo depende de ti", "todo está en tus manos". "No hay conflicto (asociado a la "negatividad"), el único problema está en tu capacidad para superar los obstáculos que te impiden conseguir los objetivos que deseas, que te has propuesto... Se busca eliminar la dimensión política del conflicto y el desacuerdo. El único conflicto que hay es el que tienes contigo mismo".
Se da por hecho que "lo que produce el malestar no puede cuestionarse ni cambiarse, es mejor cuestionarte por qué eso te produce malestar y tratar de modificar tu actitud". "Adaptarse a la realidad" es adaptarse al mercado, que es adaptarse a los intereses de los inversores. Se desarrolla una obsesión por gustar, por "valer", por ser empleable. La crisis pasa a ser una realidad cotidiana, una oportunidad, ocultando la pérdida de identidad, seguridad y vínculos asociados a la esfera laboral. Como señala Moruno, "no hay libertad política sin emancipación económica, o dicho de otra forma, no hay libertad sin autonomía y decisión sobre el tiempo propio". Como ya reclamaban los trabajadores y trabajadoras que reivindicaban la jornada de ocho horas, estamos "hartos de no tener jamás una hora para pensar".
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