"Si bien acaso toda sociedad necesite para instituirse de una ficción colectiva que le aporte fundamento, cohesión y sentido, y si es cierto que esas funciones sólo se cumplen en la medida en que se olvide el carácter ficticio de esa ficción fundacional y venta tal ilusión -relegada ya al inconsciente- a confundirse con la realidad misma, lo que distingue la ficción tecno-científica de cuantos mitos, religiones e ideologías ha conocido la historia es la potencia de los recursos empleados para imponerse a nivel planetario. (...) El fundamentalismo científico es la aportación del imaginario europeo al panorama actual de los integrismos. Bajo los sucesivos nombres de progreso, desarrollo y modernización, la ideología de la ciencia -y su correlato político, la ideología democrática- ha colonizado y arrasado con una eficacia hasta ahora desconocida las restantes concepciones del mundo y formas de vida".
(...) "Con todo, conviene aclarar que no se ha tratado aquí de emprender ningún alegato contra la ciencia. Al fin y al cabo, es la gran contribución de occidente a la historia de los discursos creadores de realidad. Cada cultura ha contribuido a ello con sus particulares mitologías, ritos y cosmovisiones. Y, en tanto discurso mítico, el discurso científico que las tribus occidentales han ideado en los últimos cuatro siglos no tiene nada que envidiar a los de otras culturas. Nuestra crítica se dirige más bien a la voluntad monopólica y exterminadora de esta religión particular que es la religión científica, a esa voluntad de aniquilamiento de cualesquiera otros conjuntos de creencias, prácticas y saberes a la que hemos llamado el fundamentalismo científico."
E. Lizcano, "El fundamentalismo científico", en Metáforas que nos piensan, Traficantes de sueños, 2014, pp. 279-304.
No hay comentarios:
Publicar un comentario