La ciencia, advierte Lizcano, "aunque se presenta como descubrimiento o explicación de realidades naturales que están-ahí-fuera como preexistentes a la indagación sobre ellas, lo que está haciendo es construir esa realidad, inventándosela, fabricándola". Pero, "la impostura definitiva no está, sin embargo, en esa invención científica de la realidad... Esa ilusión a la que llama realidad, esa imposible componenda entre el mundo en que se habla y el mundo del que se habla". La impostura está en que la ciencia convierte esta ficción en fingimiento, como un lenguaje que oculta y niega su mismo carácter lingüístico.
La ciencia, "pese a que puede ser tan apasionante como cualquier otro ciclo mítico, se ha instalado en exclusiva en el centro de nuestro imaginario simbólico". El mito científico de la objetividad niega otras concepciones o construcciones de la realidad, hace de los mitos y las metáforas objeto de desprecio y desdén. Pero, como señala Lizcano, bajo cada concepto "hay latiendo una metáfora". Así, "basta con sustituir la metáfora cosmos/máquina por la de cosmos/organismo para pasar de la mecánica celeste a la ecología".
"¿Cuántos científicos siguen efectivamente el método científico? ¿Existe tal método en otro lugar que no sea en las mentes de los epistemólogos? ¿Qué pasa con las pseudociencias de ayer -desde la acción a distancia hasta la acupuntura- que hoy son tenidas por ciencia? ¿Y con tanta ciencia que ayer era científica y hoy se ha relegado al olvido o se recuerda como mero residuo de supersticiones superadas?".
En otro artículo, "Aula, laboratorio, despacho: los no-lugares del poder/saber global" (2002), Lizcano cuestiona la "legitimación científica del poder de los expertos", que "sólo puede ejercerse sobre un tipo humano muy especial, un tipo humano convencido de que ni su propia experiencia, ni lo que pueden saber sus iguales, vecinos o compañeros, es fuente de saber digna de crédito; un tipo humano convencido de que la lengua que aprendió sin esfuerzo desde pequeño no es el lenguaje correcto ni apropiado; un tipo humano convencido de que para saber y progresar debe abandonar su lugar y encerrarse en ciertos recintos especiales, separados/abstraídos de todo entorno natural y social; un tipo humano convencido de que el conocimiento se parcela en recintos o disciplinas y de que para cada una de ellas solo ciertos expertos -por supuesto, científicos- tienen voz autorizada (y autorizada, por cierto, por la Administración del Estado).
"La Ilustración exportará, junto a su ideal de escolarización universal, la forma de conocimiento propia de la escuela: una lógica tan abstracta como lo es la escuela, también abstraída/extraída de su entorno (muros, rejas, alambradas) y de las formas tradicionales de transmisión del saber (no curricular, ligadas a las prácticas...)."
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