UTOPÍA Y VERDAD: ¿CREEN LOS CIUDADANOS DE UTOPÍA QUE PUEDE BUSCARSE LA VERDAD?
El filósofo Mario Bunge imaginó una distopía en la que se cumpliría el relativismo absoluto en torno a la verdad que abunda en nuestros días:
“Imaginemos un país, al que llamaremos Analitheia, cuyos habitantes no creen en la verdad. O sea, los analitheicos no advierten la contradicción consistente en afirmar que es verdad que no hay verdades. No lo advierten o no les importa caer en contradicción, que es la peor de las falsedades. En Analitheia nadie busca verdades, porque se supone que, puesto que no existen, no se las puede encontrar. (…) Por consiguiente, en Analitheia todos lo ignoran todo.
En esa sociedad nadie aprecia el debate racional, porque no se acepta ningún conjunto de premisas que sirvan de punto de partida. Tampoco se conocen reglas de razonamiento para pasar de premisas verdaderas a conclusiones verdader. En Analitheia nadie confía en los demás, porque no hay motivo para creer que haya quienes suministren informaciones verdaderas. Por lo tanto, cuando alguien oye una afirmación que hace otra persona, la desdeña.
Otra consecuencia es que en Analitheia no hay escuelas: nadie cree que pueda aprender, ni siquiera el sutil arte de mentir. Nadie toma decisiones bien fundadas, porque no se conocen reglas prácticas basadas sobre generalidades verdaderas. Todas las decisiones son impulsivas y por lo tanto llevan casi siempre al fracaso. En Analitheia no hay médicos, porque nadie cree en diagnósticos ni en medicamentos. Se desconfía de la medicina por creerse que genera enfermedades en lugar de tratarlas. Por consiguiente, la gente emplea sólo la farmacopea tradicional y los tratamientos basados en encantamientos, interpretaciones de sueños, y hechizos. En Analitheia tampoco hay abogados, porque no se puede aducir elemento de prueba alguno en favor o en contra de ninguna afirmación. Por consiguiente, la gente dirime sus diferencias a puñetazos. Tampoco hay un código moral mínimo, porque nadie conoce verdades morales, tales como “Está mal mentir”, “La crueldad es abominable”, “El altruismo es admirable”, “La lealtad es una virtud”, y “La paz es preferible a la victoria”.
¿Quién, en su sano juicio, querría vivir en Analitheia, donde nadie admite que es posible y deseable alcanzar verdades, aunque sean aproximadas? La vida en Analitheia es dura y precaria, porque en ella no hay ciencia, técnica, derecho, ni moral. Es una sociedad notablemente atrasada. (...) Por consiguiente, en Analitheia, al igual que en los primeros asentamientos coloniales, podría haber cuarteles, cárceles y templos. Pero no habría escuelas, hospitales, ni tribunales. La vida sería, en palabras de Thomas Hobbes, “breve, fea y bestial”. Por algo Analitheia es una distopía, o sea, lo contrario de una utopía.
La moraleja de nuestra fábula es clara. La verdad no es sólo deseable: es de rigor en todos los terrenos. En otras palabras, la búsqueda y utilización de la verdad no debiera limitarse a la ciencia y la técnica. Debiera buscársela y empleársela donde quiera que el conocimiento sea interesante o útil, desde la agricultura hasta la cosmología y desde la sociología hasta la filosofía. Quien no busque verdades no las encontrará, y quien no encuentre ni use verdades a diario llevará una vida primitiva, aburrida e inútil, cuando no perjudicial a otros”.
Para leer el texto completo (Mario Bunge “La Verdad”): http://www.pudh.unam.mx/perseo/que-hariamos-sin-verdades/
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