16 mar 2023

Sobre la escuela, la cultura y la "gente sin cultura"

El antropólogo Ángel Díaz de Rada, que ya hemos mencionado en otras entradas, plantea en su libro Cultura, antropología y otras tonterías (Trotta, 2012), algunas interesantes preguntas sobre la relación entre la escuela y la cultura. Os dejo algunos fragmentos para la reflexión, a la vez que os invito a leer su libro:

"¿Puede haber gente sin cultura?

No. No puede haber gente sin cultura. Los seres humanos viven siempre en instituciones sociales con forma cultural y construyen con sus prácticas, constantemente, el discurso de la cultura. La gente crea y recrea las convenciones que dan forma a su vida social, a su acción y a los productos de su acción... En ese sentido decimos que la cultura es una propiedad de la acción social de los seres humanos, sean quienes sean y estén donde estén. Todo ser humano es agente de cultura.

Decir que no puede haber gente sin cultura es decir también que no es sensato hablar de un mayor o menor grado de cultura. El concepto antropológico de cultura no es objeto de medida porque es absurdo medir las convenciones, o la cantidad de convenciones... No hay nada que fuerce al concepto preciso de cultura que aquí vengo ofreciendo a permanecer en los límites de nuestra especie, aunque, desde luego, los miembros de nuestra especie fundamentamos nuestra vida social en la producción de cultura.

¿Hace falta la escuela para «tener» cultura?

No. No hace falta. La escuela, tal y como hoy en día la conocemos, es el resultado de un largo proceso histórico. Un proceso en el que ha tenido un relieve particular el desarrollo de los modernos estados nacionales. Los seres humanos han producido y producen cultura y educación en cualquier lugar y en cualquier época, con y sin escuela. La escuela es una institución educativa especial, en la que la educación sigue las pautas de la burocracia… Todo lo que hace falta para que haya escuela, aparte de una organización burocrática de la acción, es esta peculiar condición de la situación de aprendizaje: que lo que se aprende no encuentre un inmediato destino práctico, aquí y ahora. Esta sencilla condición nos permite comprender que donde hay escuela siempre hay un problema en la relación entre lo que se aprende y la práctica. Sin embargo, este problema no existe, o es mucho menos importante, en el proceso general de cultura: las convenciones culturales cobran cuerpo en el continuo de la práctica inmediata, forman un discurso práctico. La corrección corporal que una madre practica sobre la mano de su hijo para sujetar la cuchara; el gesto puesto en juego por un profesor de violín ante los ojos de su aprendiz (que a su vez sujeta, como puede, su propio violín); la presencia de un muchacho en la huerta, haciendo lo que ha de hacer delante de quien sabe hacerlo antes que él; la destreza de una muchacha que aprende a coordinar, al hacerlo, su pie izquierdo y su pie derecho para poner en marcha un coche. Todos éstos son actos educativos, actos culturales, pero no son actos escolares… Es posible que en toda forma humana de educación haya siempre alguna distancia entre lo que se aprende y la práctica de ponerlo en juego, pero la burocracia escolar se caracteriza por llevar esa condición hasta su máxima expresión...

La escuela es una forma cultural concreta de educación, pero la educación y la cultura son procesos que se producen cotidianamente, con y sin escuelas. Por eso, si tienes en mente el concepto de cultura que aquí te ofrezco, te empezarán a chocar algunas expresiones comunes que tienden regularmente a confundir la educación y la escuela. la escuela no es sino un reducto, bastante acotado y parcial, del proceso general de la cultura. Mucho más aberrante si cabe es este juicio tan frecuente: «no tiene cultura porque no ha ido a la escuela». Es ésta una sandez tan extendida que hasta cuesta someterla a examen. Esta necedad circula por nuestras arterias de personas escolarizadas como lo hace el oxígeno del aire que respiramos... La cultura no se «tiene» en mayor o menor grado. Lo que sí se tiene, desde luego, es la titulación escolar... Ésa es precisamente una de las actividades específicas que lleva a cabo la institución escolar y que no puede dejar de llevar a cabo: traducir en una forma cuantitativa la cualidad de los saberes. Sin embargo, esas cantidades no son pertinentes, como ya he indicado, para referirlas a la cultura. Pero, como la palabra «cultura» suena tan humana, nada mejor que esa aparentemente insignificante perversión del lenguaje para decir, a través de la escuela, que más y menos escuela es equivalente a más y menos cultura, y con ello, a más y menos ser humano".

  En el siguiente documento, el antrópologo Honorio Velasco desarrolla también estas ideas en un vídeo titulado "Cultura sin mayúsculas".

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