5 nov 2020

Los sentidos, el conocimiento y la diversidad cultural.

Un sentido es algo que permite a un ser vivo recibir información del exterior y reaccionar a los cambios del medio, generalmente con automatismos. En este sentido - como señala Pere Estupinyà (El ladrón de cerebros, 2017)- incluso las plantas, sin sistema nervioso, tienen receptores que le permiten distinguir cambios de temperatura, luz, gravedad, humedad, y que pueden llamarse propiamente sensores". Habría así en el mundo animal más sentidos de los cinco clásicos (vista, oído, gusto, tacto y olfato). Así, por ejemplo, en algunos invertebrados marinos, como las estrellas de mar o las almejas, existen unos pequeños órganos, llamados estatocitos, que permiten informar sobre la posición del cuerpo, como una especie de sentido del balance. Algunos peces poseen unos receptores de presión, denominados neuromastos, que situados en su costado, les permiten moverse en bancos de forma sincronizada. O el sentido específico de algunos animales, especialmente las aves, que les permite la recepción de campos magnéticos que les orientan en sus migraciones. 

Otro enfoque interesante es el que la profesora C. Classen plantea desde la historia y la antropología (Worlds of Sense, 1994): "¿qué modos diferentes de conciencia pueden surgir en caso de tomar el olfato o el tacto como modos fundamentales de conocimiento? ¿Cómo se relaciona el orden sensorial de una cultura con su orden social? ¿Hay un orden natural de los sentidos? ¿Cómo se expresa, y se organiza, la experiencia sensorial a través del lenguaje? ¿Qué alternativas puede haber a nuestras formas habituales de sentir el mundo?" (E. Lizcano, Metáforas que nos piensan, 2014).

Antes de la edad moderna, el número de sentidos no estaba claro, ni tampoco su ordenamiento jerárquico (en las culturas orales es probable que el mundo auditivo fuera el dominante). Los sentidos han modelado las culturas tanto como éstas los han conformado según sus particularidades. Así, para los ongee de las Islas Andaman, en el Pacífico Sur, la vida está regida por el olfato. Entre los desana de la Amazonia colombiana es la visión atenta a los colores, especialmente a la sinestesia cromática. Toda la vida cultural, desde el diseño de las casas a los criterios culinarios, se rige por un simbolismo de los colores. Cada ser vivo consiste fundamentalmente en un flujo de energías cromáticas que ha de mantenerse en equilibrio. "El sentido hegemónico actúa como filtro que tamiza toda percepción posible, modula las emociones, ahorma el conocimiento y orienta todas las actividades sociales y culturales, desde las más triviales -como el comer o el vestir- hasta las más sagradas". Si para los ongee el fuego es humo, para los desana es reverberación de colores.

En nuestra moderna cultura occidental, un mundo fundado en la escritura y la lectura en silencio, los modos de pensar -y de vivir y convivir- son radicalmente distintas de los de un mundo basado en la voz. Así, los principios lógicos sin los que parece imposible pensar desde la racionalidad greco-occidental, son meros absurdos para un pensamiento sonoro. En nuestro mundo, basado en la imagen y la escritura, se fomenta - señala Lizcano- "el pensamiento analítico o la linealidad de los razonamientos y de las leyes físicas (expresadas en leyes también lineales), rasgos de ciertos modos de pensar que sólo son posibles mediante el distanciamiento, la fragmentación y la linealidad que impone la escritura".

Para saber más: http://unaantropologaenlaluna.blogspot.com/2016/04/los-sentidos-en-otras-culturas-y-la.html

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