8 feb 2023

"Ciencia: abriendo la caja negra". Steve Woolgar

Los clásicos de la sociología del conocimiento (Marx, Mannheim y Durkheim) no extendieron sus análisis a la ciencia, que parecía así escapar a la determinación del contexto social. Parecían pensar que el conocimiento sólo puede llegar a ser científico si logra excluir todo factor social. No se trata -señala Woolgar- de que la ciencia tenga sus "aspectos sociales", sino de que la propia ciencia es constitutivamente social. Los principales resultados del estudio social de la ciencia, para Woolgar serían "la inexistencia de una diferencia esencial entre la ciencia y las demás formas de conocimiento, la inexistencia de algo que sea intrínsecamente esencial al "método científico" e, incluso, que aunque existiera algo tal como dicho método científico, gran parte de la práctica científica procede a pesar de sus reglas, antes que a causa de ellas". 

La pregunta filosófica por un criterio de demarcación que permita explicar la naturaleza de la ciencia, su carácter específico frente a otras formas de conocimiento, ha adoptado distintas respuestas: sus resultados, su metodología (el principio de verificación o falsación)... Pero el carácter social de la ciencia hace cuestionable el presupuesto de la neutralidad de las observaciones (interpretables fuera de un contexto social determinado). Además, las reglas del método científico son, en realidad, "racionalizaciones post hoc de la práctica científica, en vez de considerarlas como un conjunto de procedimientos que determinan la acción científica". Se produce, además, al intentar comprender la ciencia restrospectivamente, "la impresión de que el actual estado de conocimiento es el lógico e inevitable resultado de la progresión histórica". Como ya vimos en otra entrada de este blog, referente a la consideración de la teología como ciencia en la Edad Media, "la misma forma de definir la ciencia ha cambiado en respuesta a factores organizativos y sociales sobre los que recae la delimitación de la misma". La misma determinación del estatus de verdad de un conocimiento es un proceso social. 

Desde el programa fuerte de sociología del conocimiento científico, que inaugurara David Bloor (1976), se defiende que "proposiciones matemáticas tales como 2+2 = 4 son un objeto tan legítimo de investigación sociológica como cualquier otro ejemplo de conocimiento": "¿Qué clase de condiciones históricas dieron curso a esta expresión y, especialmente, qué la estableció -y todavía la mantiene- como creencia?". Desde este enfoque, "las formas de lógica, racionalidad y razón son, pues, proposiciones formales que reflejan nuestra aceptación de prácticas  y procedimientos institucionalizados". La lógica, así, no daría lugar a una determinada deducción o prueba sino que, en su lugar, "justifica las operaciones convencionalmente aceptadas que se consideran pruebas". 

La postura objetivista, de existencia de un mundo natural independiente de su representación, se apoya en ocasiones en la metáfora geográfica del "descubrimiento" científico, que presupone la existencia previa del objeto descubierto tras la aventura del viajero (aunque toda observación debe percibirse como algo "novedoso" y "significativo", lo que depende del contexto social de esas afirmaciones, antes de que se le conceda el rango de descubrimiento). Woolgar pone como ejemplos, el "descubrimiento" de América por Colón o el descubrimiento de los púlsares en astronomía. Otra metáfora utilizada por la postura objetivista es la del principio de triangulación, que tiene su origen en la navegación: "la certeza sobre la existencia de un fenómeno aumenta cuando el mismo objeto se contempla desde diversas posiciones". Pero el principio de triangulación presupone "que el conocimiento aparece a partir de representaciones diferentes de la misma cosa", y que "los objetos pueden existir independientemente del discurso". Los hechos, para Woolgar, "son el resultado de las prácticas cognoscitivas, más que sus antecedentes".

Es interesante el análisis que hace Woolgar sobre la estructuración textual y sus efectos sobre las lecturas particulares. Woolgar señala cuatro factores: las instrucciones preliminares (localización, encabezamientos y comienzos del texto), los mecanismos de externalización (cuyo principal efecto es no involucrar la acción humana: haciendo que los agentes humanos reaccionen pasivamente ante un supuesto estado objetivo del mundo o apelando a la comunidad), los mecanismos de conducción (estableciendo vínculos entre el conocimiento existente en el pasado y el estado de hechos actual, cómo estos hechos han sido "capturados") y los mecanismos de secuenciación (mediante el cual se desechan otros caminos potenciales y se acepta la relevancia de los eventos descritos).

Respecto a los estudios etnográficos de la ciencia, Woolgar advierte de la dificultad de enfrentarse a la ciencia como algo exótico, pues la racionalidad científica se encuentra profundamente arraigada en nuestra propia cultura. Los instrumentos y aparatos científicos parecen tener la capacidad de poner "automáticamente" por escrito la naturaleza, pero "se construyen a partir de los principios establecidos sobre los resultados de anteriores investigaciones de laboratorio". "La forma en la que el mundo físico se aprehende, describe y clasifica, depende de la tecnología que hace posible tales actividades". Muchos estudios etnográficos no logran enfrentarse al núcleo del concepto de ciencia: la noción de representación (nuestra habilidad para construir objetividades por medio de la representación: mostrar evidencias, realizar interpretaciones, decidir la relevancia, atribuir motivos, categorizar, explicar, etc.). Es por ello necesaria una etnografía reflexiva que interrogue a la representación, que la tome como objeto de estudio (revelando, por ejemplo, la mano oculta del observador o autor cuando los lectores menos se lo esperan; buscando formas de interrogar al ignorado agente de la representación).

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