Para Feyerabend, un objetivista postula una verdad y una serie de métodos "racionales" para alcanzarla. Unos métodos que el participante debe utilizar para que pueda ser tomado en serio. Por ello, en la retórica de los racionalistas se disfraza su intolerancia con frases como "la unidad de la razón en el hombre" o "la búsqueda conjunta de la verdad". El "intercambio participativo" del relativista, en cambio, está más interesado en la transformación de los distintos puntos de vista que en la búsqueda de la verdad.
La cooperación también es posible entre gente que tiene intereses o normas dispares, buscando un mínimo común denominador que no encierre ninguna creencia en la objetividad de dichas razones o normas. Esta posición, según Feyerabend, permitiría el intercambio entre culturas diversas, al cuestionar el mito de la verdad objetiva. No se trata, por tanto, de prescindir totalmente de reglas, sino de tener en cuenta el contexto, ampliar el inventario de reglas y proponer un uso distinto de las mismas (que caracteriza mi posición, no su contenido). En la sociedad libre de la que habla Feyerabend, "todas las tradiciones están igualmente justificadas, es decir, no hay un marco de referencia común, excepto el que los que están discutiendo crean con vistas a un fin determinado y concreto; si en ese marco tiene cabida o no la cuestión de la verdad, ésa es precisamente la pregunta".
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